miércoles, 8 de enero de 2014

El cine venezolano y la impunidad

Hace algunos días leí un artículo de humor que hablaba de las películas de Charles Bronson. El texto en cuestión se burlaba de cómo las cintas de Death Wish (llamadas El Vengador Anónimo en Venezuela) sólo pudieron funcionar en la década de los setentas porque el los índices de criminalidad en las principales ciudades de EE.UU. eran sumamente elevados. Ciertamente, cintas como las de Bronson o la saga de Harry el Sucio de Clint Eastwood, se convirtieron en éxitos al presentar a justicieros hiperviolentos que mataban sin cuartel a delincuentes comunes.

Hace algunos años, cuando se estrenó la cinta Tropa de Élite en Brasil, ocurrió algo similar. Si bien José Padilha confesó haber hecho la cinta para denunciar la violencia policial, en los sectores más populares de Brasil el Capitán Nascimento, que mataba e incluso torturaba delincuentes, se convirtió en un héroe. De hecho, el disfraz más vendido durante esos carnavales fue, precisamente, el uniforme de la BOPE, el grupo de élite que entraba a las favelas de Brasil a exterminar criminales.

En Venezuela, el cine social de los sententas y ochentas denunció muchos casos de injusticias sociales y habló de la criminalidad, pero cuando uno se detiene a pensar, la gran mayoría de las películas cuentan esta historia desde la perspectiva del delincuente. Desde el literal Soy un Delincuente hasta Sicario pasando por Huelepega, muchas de las historias buscan comprender las razones por las cuales alguien llega a cometer un delito. Sin embargo, en su exploración de las causas de la violencia, ¿no terminan justificándola, o incluso ensalzándola?

Secuestro Express, la película más taquillera de la historia de Venezuela, también cae en este esquema. No sólo nos presenta el trasfondo de la historia de los tres maleantes que secuestran a una pareja de clase media, sino que, como también es costumbre, al final nos presenta unos delincuentes que no pagan por sus acciones delictivas. Incluso, llega a redimirlos al presentar una policía mucho más corrupta que los propios maleantes. Y también está el caso de Cien Años de Perdón, donde ladrones de bancos son los héroes de la partida.

En un día como hoy, cuando la muerte de la actriz y ex Miss Venezuela Mónica Spear vuelve a llevar a la palestra el tema de la inseguridad, se habla mucho de impunidad y de cómo algunos políticos justifican las acciones de los criminales, sin tomar una postura de intolerancia antes crímenes como el robo y el asesinato. Como cineasta, me hago la pregunta, ¿no cae el cine venezolano en esto mismo? ¿Por qué nunca se ha reivindicado la figura del policía honesto que de verdad arriesga su vida por la seguridad de los sectores populares donde hace parte? ¿Por qué en el cine venezolano el crimen sí paga?

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